Triste está la mujer que se deja volar por el viento, se agarra, toma de la mano un bisturí y se llena la boca de pergaminos. Aquí estoy con un café alado que se escapa por el humo; ven acá, y lo trae, por eso ella es una mujer muy triste. No hay nada que olvidar porque aún estamos de pie sobre la madera, desviste la losa con algo que huele a jabón, vino. Esta vez el aire se llevaba su pashmina a la altura de los hombros. Estamos bien pero atados a la sorpresa de que nadie volverá a ser nunca igual, el beso o el mundo nunca van a ser dos iguales, que llamo amor. Ella ha regresado con un tumulto en los ojos; no me lo dice pero yo la he descubierto sacándole las tripas a una zanahoria. La dejó tirada. Yo sabía.
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